Vivimos en una cultura que nos enseñó a pensar más de lo que sentimos. A resolver con la cabeza lo que nació en el cuerpo. A ignorar la incomodidad, a anestesiar la emoción, a apretar los dientes y seguir. Pero el cuerpo no olvida. Cada tensión, cada síntoma, cada silencio obligado… se acumula ahí. En los órganos, en la piel, en la respiración. El cuerpo guarda la memoria emocional de nuestras creencias más profundas, de nuestras experiencias más dolorosas. Y cuando no lo escuchamos, grita.
Nuestro trabajo es acompañar procesos donde el cuerpo sea escuchado y pueda soltar y reconfigurarse. Donde cada tensión, cada bloqueo se vuelve un mapa hacia algo más profundo: las historias invisibles que nos habitan.
Y ahí aparece otro desequilibrio más sutil, pero igual de poderoso: la falta de armonía entre lo femenino y lo masculino. No como roles, no como estereotipos. Como energías internas que cuando se desconectan crean conflicto, confusión, caos o vacío — en uno mismo, y luego en la pareja.
Porque no se puede tener una relación sana si estamos fragmentados por dentro. El otro no viene a completarnos, sino a reflejarnos.
Todo esto lo facilitamos en un espacio vivo, honesto, natural. Nuestro centro ecológico de retiros Aldea Bamboo, inmerso en la selva y a pasos del mar, no es solo un lugar: es parte del proceso. La naturaleza aquí no es decorado, es medicina. El canto de las aves, la humedad de la tierra, el ritmo del oleaje, la ausencia de ruido artificial… todo coopera para que el cuerpo vuelva a confiar, a sentir, a aflojar.
Tu naturaleza es tu cuerpo, escucharlo es estar presente, ahí está tu verdad.